Diaconos Permanentes

DIACONADO PERMANENTE


Objetivo general:

Acompañar a los diáconos permanentes de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros en la vivencia de su ministerio y su realidad personal, familiar y comunitaria, proporcionándole una formación permanente a nivel humano, espiritual, académico y pastoral, para un mejor ejercicio del ministerio que se le ha confiado.

A) Naturaleza del diaconado permanente

Su sentido etimológico, significa servidor, sirviente, criado, asistente, ayudante, ministro; viene del griego diakonos = servidor. Si bien recibe el sacramento del orden en el grado inferior, no es un sacerdote como el obispo o el presbítero, el diácono está ordenado en sentido de “Cristo Servidor”, “… que no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28) . Dentro de la organización eclesial, en primera instancia está al servicio del obispo y en segunda al servicio del sacerdote  en la parroquia que colabora u otras tareas que disponga el obispo del lugar.

Este ministerio está destinado para hombres casados esencialmente, lo que permite una gracia especial, son por así decirlo, los únicos que, por tener el sacramento del matrimonio y del Orden, reciben la plenitud de los siete sacramentos. Esto permite una doble vertiente, por el sacramento del Orden pueden: “asistir al obispo y a los presbíteros en la celebraciones de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio,  y bendecirlo, bautizar, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad” (CIC 1570), su diferencia esencial con el presbítero es que no consagra y no confieren el sacramento de la reconciliación.  

La otra vertiente, que como hombre casado tiene las obligaciones de cualquier padre, la de conducir a su familia junto a su esposa y la de llevar el sustento a través de su trabajo, lo que le permite insertarse en el mundo con una posibilidad exquisita de evangelizar allí donde el Señor lo ha puesto, a través de su testimonio de hombre de Dios puesto en medio del mundo. Así hace patente y concreto a  “Cristo Servidor”.

B) El origen y misión del diaconado permanente

Su origen está relatado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, y surge por una situación que se da en la primera comunidad cristiana que se  refleja en la comunión, la caridad y la fraternidad, relatada en Hech 2,42ss,  y es el reclamo de la comunidad helénica a la hebrea, porque se desatendían a sus viudas. Los discípulos dijeron:”…busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu Santo y saber, y los pondremos al frente de esta tarea…los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos…” (Hech 6, 1-7), significando este hecho, el inicio del diaconado en la Iglesia naciente. La elección recayó sobre Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, al parecer todos helenistas.

La persona del diácono se insertó rápidamente, más allá de la parte material en el escenario de un testimonio vivo y personal de Jesús, es el caso de Esteban primer mártir de nuestra Iglesia, relatado extensamente y en detalles en los Hech 6, 8-60. También rápidamente los diáconos asumen el papel misionero, trasladándose de su ciudad de origen a otras llevando la Buena Noticia, es el caso de Felipe: “Pero, cuando creyeron a Felipe  que anunciaba la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, empezaron a bautizarse hombre y mujeres” (Hech 8,12), famoso es su diálogo con el Etíope ministro de finanza de la reina de Candace, al cual Felipe les explica las Escrituras y termina bautizándolo (Hech. 8, 26-39).

La presencia activa del diaconado va a durar hasta el siglo X aproximadamente, entrando en decadencia y pronto llegó a constituirse sólo en un paso en el camino hacia la ordenación sacerdotal. Reaparecerá diez siglos después a mediados del siglo XX. El Concilio Vaticano II determinó que: ‟se podrá restablecer el diaconado en adelante como grado propio y permanente de la Jerarquía…y podrá ser conferido a los varones de edad madura, aunque estén casados, y también a jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse la ley del celibato” (LG 29), nuestra Iglesia Latinoamericana y el Caribe recoge este deseo, dando indicaciones sobre el diaconado y su vivencia en medio de nuestro pueblo (AP 205-208).

c) El ministerio del diaconado

El diaconado permanente  se caracteriza en la comunidad cristiana por el ejercicio de tres servicios: 1) Servicio de enseñar, el diácono está llamado a proclamar la Escritura e instruir y exhortar al pueblo; 2) servicio de santificar, se desarrolla en la oración, en la administración solemne del bautismo, en la conservación y administración de la Eucaristía, en la asistencia y bendición del matrimonio, en presidir el rito de funerales y  sepultura y en la administración de las sacramentales; 3) servicio de conducir, se ejerce en la dedicación a las obras de caridad y de asistencia, y en la animación de comunidades o sectores de la vida eclesial, especialmente en lo que concierne a la caridad.

F) El diaconado permanente en la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros

Con el Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia latina establece el diaconado permanente "como un grado particular dentro de la jerarquía" (LG. 29). El 21 de noviembre de 1964, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia es aprobada por los votos de 2, 151 obispos de 2, 156. A partir de entonces el diaconado permanente puede ser conferido a hombres casados; con el restablecimiento de este ministerio se enriquece y dinamiza más la misión de la Iglesia.

Las primeras indicaciones sobre la formación de los diáconos permanentes fueron dadas en la Carta Apostólica “Sacrum Diaconatus Ordinem”, del Papa Pablo VI, del 18 de junio de 1967; dichas indicaciones fueron recogidas y concretadas después en la carta Circular de la Sagrada Congregación para la Educación Católica  del 16 de julio de 1969, en la que se señalaban los tipos de diaconados (célibes, viudos y casados), destinados a lugares de misión o a países todavía en vía de desarrollo.

Posteriormente la carta apostólica Ad Pascendum, del Papa Pablo VI, del 15 de agosto de 1972,  precisó lo que se refiere a los estudios teológicos, que debe preceder a la ordenación de los diáconos permanentes, este documento confiere a las Conferencias Episcopales crear en base a las circunstancias  del lugar, las normas oportunas y someterlas a la aprobación de la Sagrada Congregación  para la Educación Católica.

La Conferencia del Episcopado Dominicano aprobó el diaconado para la República Dominicana en su Asamblea Plenaria del 28 al 31 de Julio de 1966, encargando a la entonces Diócesis de Santiago de los Caballeros el inicio del estudio de esta experiencia.  Será el 20 de enero de 1969,  que La Santa Sede por Rescripto 1839/68 (autorización papal) concede la solicitud hecha por la Conferencia del Episcopado Dominicano, para formar y ordenar diáconos permanentes.

La diócesis de Santiago de los Caballeros en ese momento estaba guiada por Monseñor Roque Antonio Adames Rodríguez, quien encargó esta misión al padre Porfirio Valdez, quien inicia la escuela de formación en agosto del año 1966, con un grupo de siete hombres provenientes de la escuela de dirigentes de los cursillistas de cristiandad. La formación la recibían en la casa de cursillos de cristiandad, es en este lugar, donde prácticamente comienza la escuela de diáconos permanentes.

Tres años después de haber iniciado la escuela, el 25 de mayo de 1969 serán ordenados los  primeros diáconos permanentes en el país y por supuesto en la diócesis de Santiago. Los primeros diáconos permanentes fueron tres: Cristino Collado, de la parroquia Santa Ana, Santiago; José Inocencio Torres, de la parroquia  nuestra Señora del Carmen, Gaspar Hernández y Santiago Guzmán, de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, de Moca: profesor el primero, Farmacéutico el segundo y Odontólogo el tercero.

La vocación al diaconado permanente en la Arquidiócesis de Santiago ha ido creciendo, gracias a la apertura de sus pastores a este ministerio suscitado por el Espíritu Santo. El diaconado permanente sigue  siendo y seguirá siendo una necesidad y un alivio para el trabajo pastoral en la Iglesia; podemos decir que esta ha sido la grata experiencia que por casi cincuenta años se ha vivido en esta Iglesia particular.

Debemos dar gracias a Dios por los hermanos que ya han muerto o se han retirado por edad o por salud, sobre todo, por haber vivido el ministerio con valentía y dignidad  y por los que están activos sirviendo en nuestra Iglesia, ya que son la esperanza y la garantía de la iglesia del futuro.  

D) Comisión Arquidiocesana de los Diáconos Permanentes

Esta comisión tiene la tarea de acompañar a cada uno de los diáconos tanto activos como retirados y coordinar las actividades que contribuyan a su formmación permanente. así como el acompañamiento a las esposas de los diáconos ya fallecidos. Esta comisión está conformada por siete diáconos y un sacerdote como asesor, quien es a la vez, el Vicario Episcopal para el Clero.